De cerca se comprueba que la mayoría son idílicas. Eso sí, hay variedad: largas y con partículas doradas, delicadas y de suave arena blanca, ventosas y con bravo oleaje, o kilométricas y, prácticamente, vírgenes. Mientras algunas respiran un ambiente muy pausado otras se entregan a la fiesta. Entre las mejores figuran la playa de Thalpe (en la foto), plácida, tranquila y con algunas pensiones cómodas; Marakolliya, maravillosa, aunque el baño no es siempre seguro; el largo arenal de Rekawa, donde tortugas y bañistas buscan soledad; la bahía de Arugam, un clásico para surfistas; las casi vírgenes playas de Uppuvli y Nilaveli y, para los más aventureros y soñadores, la aislada Batticaloa.