El hombre y la naturaleza han unido esfuerzos para producir en este rincón de la isla una obra de arte de la arquitectura: la fortaleza de Galle (en la imagen, la antigua puerta, de 1669). Los holandeses trazaron calles y edificios, los cingaleses le añadieron color y estilo, y la naturaleza hizo el resto: envolverla de vegetación tropical, humedad y aire salino. El resultado es un encantador casco antiguo con galerías de arte, tiendas singulares, cafés-boutique y pensiones, y algunos hoteles espléndidos. En la fortaleza hay 400 casas históricas, iglesias, mezquitas, templos y antiguos edificios comerciales. Para los turistas es el reclamo urbano número uno del país.